Hija de Mary Ruby, actriz de cine mudo, creció en los pasillos de Hollywood en los años 1920-1930. Recibió su primera cámara de fotos con 10 años, una 39 cent-Univex con la que se inicia en la fotografía. Pero en realidad, lo que apasiona a Ruth Orkin, es la imagen en movimiento, es el cine.

Trabajará un tiempo como mensajera en la Metro Goldwyn Mayer, pasando rápidamente de un departamento, aunque tomándose el tiempo de dejar vagar su mirada y de aprender seguramente muchas cosas que no cesará de poner en práctica en sus imágenes fijas. Paralelamente, estudiará fotoperiodismo en Los Angeles City College a principios de los años 40 y emprenderá su carrera como fotógrafa de reportajes para grandes revistas ilustradas como LIFELookLadies Home Journal

Pero, implícita en su obra, estará siempre su fascinación por el poder heurístico del cine, y es esta ocasión perdida de desarrollar su vocación la que obligaría a Orkin a bordearla e inventar un lenguaje en el cruce de ambos géneros; un lenguaje que se sitúa en un territorio intermedio entre la imagen en movimiento y la imagen fija, y que induce una constante correspondencia entre dos temporalidades paralelas. Estas líneas secretas no cesan de interferir una sobre la otra, de introducirse una en otra, de confundirse, de abrirse o replegarse una sobre otra.

Trazar una carrera de cineasta en los Estados Unidos en la primera mitad del siglo XX era para una mujer un camino lleno de obstáculos. Ellas se ocupaban de nutrir la industria de los sueños, pero no a fabricarlos, así que todas las carreras profesionales tras la cámara estaban incontestablemente destinadas a los hombres. Ruth Orkin (Boston, 3 de septiembre de 1921 – Nueva York, 16 de enero de 1985) tuvo que renunciar a su vocación, o al menos, reconducirla, transformarla; y este contratiempo provocará probablemente que su obra fotográfica sea precisamente como es.

Si se analiza la obra de Orkin en esta exposición, que constituye la primera de nivel internacional, el fantasma del cine aparece bajo diferentes formas ya desde sus primeras imágenes. Se cuela en las diminutas fisuras del fotograma y genera un doble fondo en la imagen en el que el flujo del movimiento inicia su tempo. Una chispa, una huella que encierra en sí un «efecto-película», un «efecto-duración», una duración simulada como un truco invisible del cine, porque, en definitiva, ¿no es el cine el arte del movimiento producido desde la quietud?

Orkin nunca dejó de combinar las cualidades temporales de la imagen fotográfica para simular el cine. Secuencias, descomposición del movimiento, duplicación, simultaneidad, su lenguaje visual se encuentra en la confluencia de la imagen fotográfica y el cine, en la encrucijada de la quietud y el movimiento. La fotografía de Orkin es un lugar de mestizaje, un espacio que restaura el tiempo y el movimiento, empujando el lenguaje fotográfico más allá de sus límites hasta ceder ante el poder de la ilusión y la magia.

La exposición se articula en 4 ejes que permiten entender la deuda de las fotografías de Ruth Orkin con el cine: Una mirada dinámica, Desdoblamiento y simultaneidad, Secuencias y Storyboard y fotonovela.

La muestra se completa con 3 fragmentos de la película The Little Fugitive (1953), que Ruth Orkin dirige y guioniza junto a Ray Ashley y Morris Engel, y que se proyectará en la sala de cine de Tabakalera el 20 de octubre.


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